La atención al alumnado de altas capacidades dentro del ámbito escolar y familiar es muy importante porque, si no se actúa correctamente, puede aparecer lo que Terrasier denominó como efecto Pigmalión negativo, que se produce como consecuencia de la falta de reconocimiento de las capacidades del niño en el entorno cercano, familia y escuela.
El niño, al no ver reconocida su capacidad, intentará esconderla para lograr equipararse al resto, a la media .
Esta lucha continua por no mostrar su potencial puede conducir interiormente a sentimientos de fracaso por no verse aceptado tal y como es.
Lentamente, en el afán de igualarse con los demás de su hogar, del grupo escolar, o del club, van deteriorando su nivel de trabajo intelectual y se frustran en esa área, aunque logren inicialmente superar los problemas de su afectividad. A una mayor profundidad, en un tiempo breve esa frustración posiblemente haga crisis.
Otros niños talentosos en el momento de iniciarse en el jardín de infantes se encuentran con problemas por no entrar en el programa de actividades previstas para los 3 años, ya que ya leen y escriben.
En estas condiciones tienen escasísimas posibilidades de desarrollar normalmente su vida escolar dentro de un sistema común sin algún tipo de ayuda especial por parte de los padres que capten sus características, y de docentes que puedan dedicarles una atención personalizada.
Aquellos niños que lograron avanzar en los grados, procuran pasar el tiempo entre el aburrimiento, el desgano, la mala conducta, las idas y venidas a la dirección escolar, las expulsiones de colegio en colegio y el sufrimiento familiar que estos incidentes conllevan, además de la frustración de la persona, que es el peor de todos estos males.
El hastío en la clase, la falta de motivaciones, el nivel de estudio demasiado bajo, la incomprensión de los padres, de los amigos y de los maestros son a veces tan insoportables que cierto número de casos no encuentran otro refugio que el debilitamiento intelectual o la angustia, o incluso ambas a la vez.
Todos los niños tienen derecho a que se respeten y reconozcan sus capacidades, y puedan desarrollarlas al máximo,
cualquiera que sean.
Seamos partícipes y responsables de hacer cumplir esos derechos.
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